Ojalá nuestra experiencia hubiese sido como la de los demás comensales que han escrito por acá. Nuestra pizza llegó fría por fuera, tibia por dentro. Y no se puede decir que estuvo mucho tiempo fuera por haber muchos comensales en el lugar, porque apenas estábamos nosotras y unas cuatro mesas más entre el jardín y el comedor. Nuestra entrada de papas llegó fría, con el queso duro. Y lo que más nos decepcionó, fue el servicio. Cambiamos de opinión sobre el tamaño de la pizza, literalmente un minuto después de que el mesero se había ido (y todavía se quedó hablando por el comedor con otro) y dijo que ya no se podía cambiar, que ya estaba por salir. Y luego, casi al terminar de comer, aún quedaban papas en el plato, que seguíamos comiendo, y el mesero llegó a decir que nos empacaba eso para llevar y acto seguido, levantó el plato para llevárselo. Se le tuvo que llamar la atención pues seguíamos comiendo. El restaurante es precioso. La ubicación, de ensueño; pero no volveríamos a ir. Íbamos con muchas expectativas sobre el lugar, pero volvimos decepcionadas a la capital. Que bueno que a más personas les ha ido muy bien en el lugar, queríamos la misma experiencia para nosotras, pero no se pudo. Una lástima.