El domingo pasado tenia un antojo de caserito y fui con la familia a La Gorda. Pedí el Asado Negro y al probarlo me sentí lo que Anton Ego en la película Ratatuile. Inmediatamente mi mente se traslado 40 años atrás cuando aún el local estaba frente a la Plaza Bolívar y disfrutaba este mismo plato con arroz, tajadas y ensalada rayada y el mismo extraordinario sabor. Que bueno que aun existen lugares como La Gorda, ahora en manos de la segunda generación, que mantienen su tradición y sus sabores.