Es un clásico de la comida italiana. Años manteniendo calidad y buen servicio siempre con el ojo exigente y vigilante de sus dueños que están presentes en el local desde su apertura hasta su cierre. La carta no es muy extensa, es quizás limitada pero mucha sazón y sencillez en sus platos. Las pizzas al horno de leña son increíbles, al igual que su Lasagna de carne, para mi la mejor de la ciudad. El servicio es bueno, el ambiente es sencillo y anticuado, parece una fuente de soda mas que un restaurant; es perfecto para almuerzo entre semana que no requerirán de mucha sobre mesa por que no se presta. Sus precios bien solidarios y un equilibrio pleno en cuanto a su calidad de servicio y cocina.