Desde muy pequeño me gusta la comida árabe. Y siempre, siempre, decidiré ir a este restaurante cuando me provoque disfrutar de los placeres de la comida árabe. Además, es quizás de los pocos restaurantes en los que puedo pedir algo que no haya probado antes porque igual me va a encantar. Los falafel son exquisitos de entrada o también recomiendo el coctel de langosta al tahine, una entrada que no pediría en ningún otro lugar. El plato mixto tradicional es una cosa, como dice mi mamá, "espantosamente deliciosa". Recomiendo también el lomo a la mostaza. El servicio es de primera y el ambiente es muy romántico como para ir de aniversario. Los fines de semana hay música en vivo, por lo cual uno opta por quedarse tomando un buen vino. Es un gran sitio para ir y volver.