Castanyoles. Una experiencia extraordinaria. Muy atento el servicio en un restaurante divinamente ubicado con amplios espacios y mobiliario cómodo bajo una marquesina que con un día soleado invita a degustar todas las sangrías que por cierto compiten con cualquiera por calidad en los ingredientes y la ejecución en la elaboración. Carta corta pero de no olvidar. Punto por trabajar: al bar (y sus botellas) los golpea el sol bajo la marquesina. Preocupante. Por lo demás es un "se debe ir".