Con las reformas locativas el sitio quedó muy acogedor. Cuando ingresas viajas en el tiempo, evoca a Bogotá de los años 50's. La atención muy buena, es ideal para desayunar un sábado o domingo. Recomendado el chocolate santafereño, con tamal y almojábana. Por su tradición y calidad hay que seguirlo visitando.