Uno se sorprende al llegar porque es como entrar en Buenos Aires a un restaurante, somos recibido por un amable mesero con acento muy Argentino y en verdad nos dice todos los meseros somos argentinos. A partir de ese mágico momento entramos a vivir una experiencia inolvidable. Esa parrilla era impresionante, enorme, llena de carnes, chorizos y otros cortes, pero lo mejor fue ese cochinillo 'montado' en una cruz, así la llaman ellos, asándose a calor de las brasas desde por la mañana...increíble... Entonces la atención fue de excelencia, las carnes perfectas tanto en el termino como en el sabor y una porción muy generosa. Recomendable?...Claro!!! Una experiencia y un lugar repetíble...Allí volveré.

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