Cada vez que visito Boquete, hago una parada en The Rock. Si no es para cenar, es para almorzar, y si no, para desayunar. Sin embargo, en esta última ocasión, la experiencia fue distinta por varios motivos. Mi plato estuvo delicioso. La atención que recibimos, por otro lado, dejó mucho que desear. Literalmente sentí que había llegado en el momento equivocado. Nunca me había pasado antes; el trato fue parco, seco, y nada amigable, especialmente cuando pedí una recomendación para los tragos. Por otro lado, había varios perritos en el lugar, y entre ellos, muchos ladridos. Me dio pesar porque me encanta tenerlos cerca, pero claramente ellos no estaban cómodos. En un momento llegaron a ser cuatro en un espacio reducido, lo que resultó algo incómodo.

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