El solo llegar a Don Caimán, a mi me desestresa, el verdor, el sonido de la naturaleza, la fauna, la brisa contribuye a que sea así. Lo que si me estresó fueron los baches ya casi llegando. El edificio y el mobiliario requiere un poquito de mantenimiento, los años le están comenzando a pasar la factura. Para ser un lugar abierto y tan inmerso en la selva tropical no fui picado por insectos, ni llegue a verlos; excepto una avispa que pasó de largo. Recuerdo que el buffet era más abundante y surtido. Pero sigue siendo delicioso, sus ensaladas riquísimas y variadas, el sancocho excelente y los postres todos buenos, la mamayena y el pan de guineo quedaron empatados en el primer lugar. El servicio irregular. Una joven hizo de todo porque fuera una buena experiencia y otras tenían como una apatía o les dolía la cabeza. Es de esas situaciones en donde dar una buena propina parece injusto que sea compartida con el que hizo poco por ganársela. Lo recomiendo y regresaré.

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