La comida es deliciosa, se siente el estilo casero y dedicado. Las mesetas parecen haber trabajado mucho tiempo ahí porque atienden con una familiaridad muy acogedora. Los puntos malos son que las lámparas, sobre las mesas, se llenan de insectos que no te dejan en paz y es muy molesto; además, el menú de bebidas consiste en poco más que agua, té frío y alguna gaseosa. Pero definitivamente regresaré, recomiendo el T-Bone y los platos de berenjenas como entrada; la sopa de cebolla es casi mágica.