Fuimos el domingo a mediodía y estaba repleto, sobre todo de familias con niños, lo que le daba un ambiente festivo y ruidoso. El restaurante es amplio, los meseros un poco despistados. Pedimos una mozarella empanizada que estuvo muy bien, y un carpacio de pulpo que estuvo de rechupete, para compartir entre 3. Uno de los comensales pidió el risotto con mariscos, otra los gnochis y yo, por supuesto, el linguine a la vongole, que estaba delicioso, aunque con pocas almejas. La salsa en su punto. De beber, limonadas de coco y yerba buena y yo pedí proseco por copa. Tuve que insistir que me trajeran hielo, como que cuando uno les pedía ellos estaban con la cabeza en otro lado. La comida llegó a tiempo pero los postres demoraron mucho en llegar, pedimos tiramisú (delicioso) y panacota de frutas. Deben ponerse las pilas los meseros porque el que atendió la orden tardó mucho en entender que uno de los comensales era alérgico al gluten y pedía que el gratinado de los gnochis no tuviera migas de pan. Es un restaurante que volvería a visitar pero tienen que subsanar esa atención del servicio. El acceso y valet parking muy bien organizados.