La comida de este lugar nunca falla, es riquísimo el sabor de sus platos y se nota que cada uno lo preparan con amor. En mi caso comí el curry con tonkatsu, fácilmente el mejor curry que he comido en mi vida y el karage, pollo frito jugoso, y de postre mochi de taro que me encantó, un sabor diferente a los postres habituales. El lugar es muy acogedor lo único es que es un poco pequeño y por ende si no acudes con reserva lo más probable es que tengas que esperar de 15-30 minutos para que te den una mesa, el trato del personal es muy familiar siempre con una sonrisa.