Mi visita reciente al Restaurante Brutto me ha llevado a compartir no tanto una crítica, sino más bien un consejo para aquellos que consideren cenar aquí en el futuro. A lo largo de los años, este lugar ha sido conocido por su ambiente acogedor y su exquisita cocina, razones suficientes para que muchos, incluyéndome, volviéramos una y otra vez. Sin embargo, he notado un cambio considerable en la calidad del servicio que creo importante mencionar. Durante mi última cena, experimenté una situación algo incómoda con el servicio. Al ordenar vino y agua embotellada, observé que las botellas eran retiradas de nuestra mesa, lo que nos obligó a tener que llamar constantemente la atención de los camareros cada vez que nuestros vasos se encontraban vacíos. Esta falta de atención por parte del personal hizo que la experiencia de cenar fuera más laboriosa de lo que uno esperaría en un establecimiento de su calibre. Además, al finalizar nuestra comida y solicitar la cuenta, nos enfrentamos a una espera considerablemente larga. Este retraso, sumado a la situación previamente mencionada, restó aún más valor a nuestra experiencia en el restaurante. Entiendo que todo establecimiento puede tener un mal día y que los errores son humanos. Sin embargo, considero que estos aspectos del servicio son fundamentales para la satisfacción del cliente y, cuando no se manejan adecuadamente, pueden empañar la reputación de un restaurante tan bien considerado como Brutto.