es un lugar clásico y se come buen marisco, de manera tranquila. No obstante, si fue agobiante la necesidad de los meseros de llevarse a los cinco minutos los platos, aún sin haber terminado. Además el restaurante vacío, no es que tuvieran lista de espera y necesitan vaciarlo. Fue tanto el agobio que decidimos no pedir postre ni más vino porque fue excesivamente incómodo que estuvieras que decirle a cada rato que no habías terminado aún.
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