No esperen una amable atención aquí. Llegamos y la única persona que atendía nos mató con la mirada al vernos. Evidentemente, era más importante seguir haciendo nada. Su actitud fue horrible, casi que ni el saludo. Las opciones del menú son bastante regulares. Pedimos la que tiene kale y la de trufas, hongos y rúgula. No había nada especial en el sabor. No sentí nada cercano a trufa y los otros hongos eran microscópicos. En cuanto a la de kale, incluye nabo así que esperen un sabor bastante fuerte/amargo. La masa estaba a un momentito de quedar quemadas por completo. Si vas a tomar algo, pues es en otro local. Al final no entendí la dinámica de comprar comida y bebida en lugares distintos. Es incómodo al pagar. Lo único rescatable es el ambiente. Me encantó la iluminación, lo rústico y lo sutil, música pop de fondo, los juegos de mesa...