Obviando el tema de la falta de estacionamiento, (factor común en los restaurantes de la capital), suplido parcialmente por un valet-parking deficiente, nos adentramos al mundo de Hacienda Real, pues es un mundo, espacios enormes, bien decorados, que te hacen sentir como si realmente estuvieras en una casa de una hacienda. Unas margaritas frozen muy pero muy bien logradas fueron el inicio de un excelente almuerzo. Un agradable consomé cortesía de la casa, le dio paso a un guacamole, un tanto bajo en sal, acompañado por unas tortillas al estilo mexicano, para proseguir con un pollo al grill de buen sabor y textura con papas al horno, un asado de tira al punto exacto de cocción, tal cual como fue ordenado y un Malbec de compañía. Un pico de gallo, chimichurri y picante simplemente que no están a la altura de los platos principales. Un tren de mesoneros que se esmeran en atenderte bien y lo logran. Se nota que detrás de todo esto hay una mano de buena gerencia. Todo lo antes descrito hacen que sea un éxito este restaurant,pues sus espacios estaban atiborrados de comensales lo cual no fue óbice para una atención de altura. Un sitio para ver y ser visto. Un sitio que obliga a regresar.