El restaurante es pequeño, sin embargo el lugar es bonito, tiene paredes de piedra que le dan un flow rústico. Pedí una pizza margarita que estaba buena, la masa delgada y no grasosa. Las pastas normal, las Alfredo y Fettucini fueron algunas de las que mis acompañantes pidieron y no fue nada extraordinario. El servicio fue regular, los meseros encima de uno como si ya se supiera qué se va a ordenar apenas entras al restaurante y sugiriendo insistentemente entradas y bebidas. Precios aceptables para la porción de los platos dentro de un restaurante en Casco Viejo.