Es un restaurante acogedor, con muchas decoraciones típicas peruanas y música tradicional. De entrada pedimos unas arañitas, de veras que fueron pequeñas por su diminuto tamaño. Conversamos con el mesero y le comentamos que no estuvimos satisfechos por el tamaño de los pulpitos. De plato fuerte ordenamos mariscos, muy frescos por cierto. La corvina estuvo en su punto y la sazón estuvo balanceada. Las porciones y los precios son muy competitivos y más considerando su ubicación. Volveré una y otra vez cuando tenga antojos de comida peruana.